En 1959, Frank Herbert empezó a escribir una de las más
grandes obras de ciencia ficción en la literatura.
Dune relata una historia que se sitúa en el año 10.188, la
tierra ya no existe, y los humanos se han establecido en diferentes planetas
luchando cada día por su supervivencia. Los planetas son gobernados por un
sistema de Casas Reales, y estas están regidas bajo el Landsraad, una organización entre las grandes casas con el imperio
supremo (perteneciente a la casa Corrino).
La base de economía principal se encuentra en la especia (una suerte de petróleo), la
cual permite los viajes interestelares; esta es producida por grandes gusanos
de arena, que se encuentran en el planeta Arrakis,
apodado Dune (duna en inglés), por sus inmensos desiertos.
El feudo establecido por el imperio para gobernar Dune estuvo ocupado por la casa Harkonnen, bajo un régimen
corrupto y cruel, conducido por el barón Vladimir Harkonnen. Debido a
diferencias del pasado, los Harkonnen están enemistados con la casa Atreides. Dicha casa, bajo mandato
imperial (a modo de trampa conspirativa), es transferida a la administración
feudal de Arrakis, sustituyendo a los Harkonnen.
Paul, el primogénito del duque Leto Atreides, antes de su
traslado a Dune, descubre que posiblemente sea el protagonista de una profecía
impuesta por la Bene Gesserit, una
escuela místico-religiosa encargada de controlar las líneas genéticas, conformada
por mujeres profetas, y concubinas reales (a menudo las llaman brujas).
La madre de Paul, Jessica, es una Bene Gesserit, y su
tarea era engendrar una hija Atreides, para hacer posible una alianza Harkonnen–Atreides,
y de allí buscar que se cumpliera la profecía: el nacimiento de un varón con una línea genética perfecta y con cualidades
Bene Gasserit capaz de estar en varios lugares a la vez, el Kwisatz Haderach.
Pero al haber dado a luz a un varón, la historia cambio, solo un poco…
Debido a la trampa traicionaría de los Harkonnen, la casa
Atreides es desterrada del trono de Arrakis, dejando a la intemperie del
desierto a Paul y a Jessica, los únicos sobrevivientes de la casa Atreides.
Dentro del desierto, son acogidos por los fremen,
la raza de hombres nacidos en Dune, guardianes y consumidores de la especia (la
cual, si es consumida a grandes cantidades, se convierte un narcótico adictivo,
produciendo un color azul en los ojos y ampliando el desarrollo psíquico de la
mente).
Los fremen
creen en una profecía que dicta que algún día llegará un mesías que los guiará
al paraíso, llamado el Lisan al-Gaib,
“La Voz del Otro Mundo” (dicha profecía fue inducida por la Bene Gesserit). Las
cualidades de Paul van con las características de la profecía, convirtiéndolo
en un líder religioso llamado Muad’Dib,
quien poco a poco se vuelve parte de la cultura fremen, y crece cual mesías, guiándolos a su “paraíso”.
Al empezar este libro, estaba emocionado; al terminarlo
quedé estupefacto. Su narrativa, su lenguaje, su historia, su trasfondo… Todo
esta tan perfectamente utilizado que me lleva a darle el mismo adjetivo al
libro. Frank Herbert sin duda se lució escribiendo esta pieza.
La mezcla de cultura, religión, política, economía y
ecología, es perfecta para el lector común, haciendo que, primero, no se
aburra, y segundo, darle deseos de volver a leer el libro para desentramar las
diferentes capas que en él se encuentran.
Este libro fue llevado al cine por la mano de David
Lynch, en mi opinión una adaptación nada buena. Alejandro Jorodowsky intentó llevar la obra al cine también, pero debido a
problemas de presupuesto no le fue posible (Salvador Dalí y Orson Welles
actuarían en ella); pueden ver esta historia en el documental Jorodowsky’s Dune (2013).
Dune no termina en este libro, sigue su aventura en otros
5 libros escritos por Herbert, y 2 más para terminar la saga escritos por su
hijo, Brian Herbert.
Recomiendo este libro al cien por ciento. Es una pieza
literaria imprescindible para los amantes del género y la literatura en
general.
“Donde el miedo haya pasado, no
quedará nada, solo yo quedaré”. –Paul Atreides
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